Érase una vez que a los “Tres Poderes” clásicos formulados por el bueno de Montesquieu y que funcionan en toda democracia que se precie – Ejecutivo, Legislativo y Judicial- se añadía la influencia de la Prensa. Y los periódicos eran considerados, de una forma un tanto metafórica, como el “Cuarto Poder”. Después vino la Radio y con posterioridad la Televisión, medios a los que, curiosamente, y a pesar de su indudable influencia, nadie ha individualizado nunca como poderes distintos, asimilándolos en este sentido a la Prensa y englobándolos en un todo denominado comunicación.
Ahora, vivimos un fenómeno de características distintas, al alcance de todos, cien por cien democrático, siempre que uno se lo pueda permitir, e interactivo, llamado Internet. Los múltiples desarrollos de esta moderna herramienta digital, las redes sociales – Facebook, Twitter y demás -, el correo electrónico, junto con la telefonía móvil, confieren al ciudadano un poder histórico, nunca experimentado con anterioridad. Incluso lo dotan de un poder revolucionario, que puede dar al traste con sistemas políticos largamente establecidos o promover su reforma.
Las redes sociales han jugado un papel importante en la campaña de Barack Obama, el primer Presidente de los EEUU con la bendición de los habitantes de Facebook y YouTube.
El “yes we can” fue adoptado como bandera por internautas de los cinco continentes. Obama fue votado en las presidenciales, pero también, y hasta la saciedad, en el archipiélago Internet.
Ahora mismo tenemos ante los ojos lo que está sucediendo en Egipto, a pesar de los esfuerzos del poder establecido por evitar el contagio, cortando unas comunicaciones que en el caso de Internet se pueden entorpecer, pero difícilmente suprimir. Es imposible poner puertas al campo, máxime cuando ya llueve sobre mojado. Reciente está también el caso de Túnez. Y, cuando escribo estas líneas, llega a mis oídos que el Gobierno cubano ha puesto ya en marcha una contraofensiva a través de Internet para combatir con las mismas armas la propaganda contra el régimen castrista que – dice – se está difundiendo en la Red desde los Estados Unidos.
Los ciudadanos son conscientes de las enormes posibilidades que les brinda Inernet. Los Gobiernos lo saben igualmente, para bien y para mal. Las empresas se sirven de ella y al tiempo le tienen respeto a la Red de Redes del mismo modo.
No todo iban a ser ventajas. Y la democracia absoluta trae lo que trae, que no todos los ciudadanos de archipiélago Internet actúan con el respeto debido a sus congéneres. Porque Internet puede convertirse también en un verdadero triturador de la reputación ajena, cuando no en un ladrón de cuentas corrientes, por poner tan sólo dos ejemplos.
La capacidad de comunicación a lo grande, su consustancial interactividad y, con ellas, la influencia social y arrastre que genera Internet ha sido demostrada por activa y por pasiva. China, Cuba, Egipto y otros grandes “ciber hermanos” han tomado nota, y esto tampoco es cuento.
Visto lo visto, ¿no deberíamos considerar a los habitantes del “archipiélago Internet” como el “Quinto Poder” y actuar en consecuencia?.
Imagen sobre el titular.- Revueltas en el Cairo durante la primavera árabe. Imagen, IJMA3/PrNewswire
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