El viernes pasado Twitter y otras redes sociales suspendieron o limitaron a Donald Trump el uso de su «púlpito» favorito.
Recordaremos que el Presidente saliente de los EEUU ha empleado una y otra vez su cuenta de Twitter y en otras redes Sociales para denunciar un supuesto «pucherazo» en las últimas Elecciones Presidenciales ganadas por el demócrata Joe Biden. Trump llegó a a incitar a sus seguidores a asaltar el Capitolio para evitar la lectura de los resultados de la votación que fue repetida en Georgia por alguna irregularidad comprobada en los comicios.
El resultado, una avalancha de seguidores de Donald Trump tomaron violentamente el Capitolio el pasado miércoles causando desperfectos y la muerte de varias personas.
Tras «el golpe» Trump pedía calma a sus «adoradores» pero continuaba en sus trece. No sólo no desmintió el discurso del «pucherazo», sino que alabó a quienes acababan de tomar el Capitolio llamándolos patriotas.
Muchos han aplaudido estas prohibiciones y restricciones unilateralmente impuestas por las empresas que administran ciertas Redes Sociales al primer POTUS de la historia que se ha atrevido a no ser políticamente correcto en Internet.
El común de los «interneteros» ha jaleado especialmente la decisión de la Red del pajarito, los memes publicados están, pero también ha habido quienes no ven tan claro que la suspensión indefinida de la cuenta @realDonaldTrump sin mandato judicial de ningún tipo esté justificada.
Parece que Angela Merkel, tenida en múltiples ocasiones por la voz de la ecuanimidad europea, considera cuanto menos «problemática» la decisión de suspensión unilateral de la cuenta personal de Donald Trump por parte de Twitter. Y debo decir que a mí personalmente me parece que a la Canciller Alemana no le falta razón.
Recuerdos a Popper
Lejos de mi ánimo queda el enmendar la plana al brillante filósofo austriaco de origen judío y nacional británico Karl Popper, padre de la Paradoja de la Tolerancia. Creo que Angela Merkel tampoco pretende tal cosa.
Lo único que sucede es que todo principio, por brillante que parezca, necesita de una modulación y de actualización cuando la tecnología ha cambiado radicalmente la forma en la que los seres humanos se informan, se comunican, se relacionan, votan y hacen campaña.
Es preciso traerlo a la era tecnológica cuando el avance en el desarrollo de Internet ha quebrado el monopolio de la opinión y de la información ejercido por los grandes medios a base de píos en el gallinero global.
Para los que no recuerden a Popper y su Paradoja, explicaré en qué consiste.
Este archi conocido filósofo austriaco de origen judío la definió en 1945 dentro del volumen I de su obra titulada «La sociedad abierta y sus enemigos».
Popper viene a decir que la tolerancia ilimitada conduce a la desaparición de la tolerancia y que tenemos por tanto que reclamar, en el nombre de tolerancia, el derecho a no tolerar la intolerancia.
Enunciada la paradoja así, parece que es perfectamente lícito que Twitter y otras Redes Sociales hayan suspendido indefinidamente las cuentas de Donald Trump después del asalto al Capitolio por parte de sus seguidores y de las continuas acusaciones de pucherazo electoral e incitación a tomar el Capitolio que ha vertido repetidamente el todavía Presidente de los EEUU en @realDonaldTrump.
Pero la cuestión no es si se debe, o no, privar a Trump de su megáfono favorito, sino de qué manera, en qué medida y quién está legitimado para tomar esa decisión. Porque Popper parece conferir el derecho de contestar y/o silenciar a los intolerantes, al conjunto de tolerantes, a la sociedad considerada como ente.
Cierto que el filósofo no precisa más, pero parece que Popper pensaba en una prohibición legal o en acciones judiciales, no tanto en la actuación unilateral de una multinacional privada, de un ente encaminado a la obtención de beneficios económicos y, por tanto, con un intereses de parte no necesariamente orientado al bien común.
Decía este austriaco ilustre en «La sociedad abierta y sus enemigos»: Deberemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución, de la misma manera que en el caso de la incitación al homicidio, al secuestro o al tráfico de esclavos.
Hay que tener en cuenta que Popper formula La Paradoja de la Tolerancia terminada en Europa la II Guerra Mundial, con las prácticas y consecuencias del Nazismo en carne viva y con los horrores de Stalin a la orden del día. Unas mañas atroces que no distan de la ejercidas por ciertos nuevos populismos, sean estos de izquierdas o de derechas.
En época de Popper tampoco existía Twitter, de modo que el control férreo de los medios de comunicación masiva y la propaganda política monopolizaban la formación de la opinión pública. Monopolizaban la creación de la verdad oficial.
El nacimiento de las Redes Sociales ha desmantelado el monopolio mediático, pero también ha dotado a los intolerantes de un podio privilegiado para hacer presa en una sociedad tolerante, la cual, por lo que se ve, no ha hecho sus deberes en términos de formar individuos con mente crítica capaces de cuestionar y detectar las fake news o los cantos de sirena.
Un arma de doble filo
Más que en una sociedad tolerante y por definición crítica, los populismos han caído como la langosta y con el efecto multiplicador de las Redes Sociales en una sociedad del bien estar, poco enseñada a pensar, en la que muchos comen pero otros muchos se sienten frustados, desechados por un sistema que dice respetar la dignidad humana pero que al mismo tiempo aliena la suya.
Los populismos recogen el descontento, le dan voz, prometiendo soluciones sencillas y por tanto no reales, para problemas complejos. Un canto de sirena capaz de atraer a una masa crítica de ciudadanos descontenta cada vez más numerosa. Unos ciudadanos que no encuentran cauce a sus anhelos y necesidades en una sociedad supuestamente tolerante que no parece tenerlos en cuenta.
Cierto que las redes Sociales se han convertido en un arma de doble filo, a la vez difusoras de tolerancia y de todo lo contrario, pero el problema no está en ellas sino en los individuos que las emplean y en las sociedades en las que viven.
La reserva del «derecho de admisión» por parte de las empresas propietarias de las Redes Sociales frenaría la difusión de los populismos en ellas pero no solucionará un problema que tiene raíces offline. Sin embargo la mencionada reserva del «derecho de admisión» puede poner en manos de una entidad que tiene sus propios intereses un supuesto derecho a discriminar a sus usuarios según le convenga.
A la derecha: Imagen del tweet que ha fijado el hijo de Trump en su cuenta de Twitter.
De momento la suspensión indefinida del canal @realDonaldTrump lo que verdaderamente ha conseguido es proporcionar munición al discurso del mártir que el Presidente saliente de los EEUU mantiene desde que perdió las elecciones.
Tanto Donald Trump como su hijo Donald J. Trump Jr. han acusado a Twitter de ejercer la censura. Trump padre adelantó incluso que podría crear una Red Social propia y su «sucesor» ha abierto ya una página web (http://DONJR.COM ) por si le cierran, como a su padre, el canal en Twitter o el perfil que mantiene en otras redes Sociales. Digno sucesor de su padre, Trump Jr. ha lanzado además un canal de televisión en Internet para difundir el discurso del odio al que nos tiene acostumbrados el padre. El canal de TV se llama The Right Side Broadcast y publica sus emisiones en Redes Sociales.
He tratado ya varias veces este asunto en profundidad en varios posts publicados en las revistas Eastwind. Si alguno de nuestros seguidores tiene interés en leerlos adjunto abajo varios links con los contenidos.
Merkel reticente…y con razón
Varias agencias de noticias como AP, FP y diferentes medios se han hecho eco hoy de unas declaraciones de Steffen Seibert (Portavoz de la Canciller Alemana) afirmando que Los operadores de las plataformas de redes sociales “tienen una gran responsabilidad, la de que la comunicación política no sea envenenada por el odio, la mentira y la incitación a la violencia”.
Es correcto, continuó Seibert, no «retroceder» cuando se publica dicho contenido, por ejemplo, marcándolo. Pero el Portavoz añadió igualmente que la libertad de opinión es un derecho fundamental de «importancia elemental»…»Este derecho fundamental puede ser intervenido, pero de acuerdo con la ley y dentro del marco definido por los legisladores, no por decisión de la administración de las plataformas de redes sociales”…“Visto desde este ángulo, La Canciller considera problemático que las cuentas del Presidente de Estados Unidos hayan sido bloqueadas permanentemente”.
Y no le falta razón a la Canciller Alemana, aunque su opinión pueda «escandalizar» a la tolerante mayoría que votó a favor de Joe Biden en las últimas elecciones presidenciales en EEUU o generar alguna perplejidad en Europa.
Fuente de la imagen www.whitehouse.gov a través de Wikimedia. Fotografía actualmente en dominio público. Para ver el original, clic aquí
Debo confesar que el hecho de que cada compañía que administra una Red Social en concreto sea la que decida lo que es «socialmente correcto e incorrecto», lo que es «políticamente peligroso o inocuo», tanto en el caso de fake news, como en el de la limitación de los discursos de incitación al odio…etc, siempre me ha dado una cierta alergia.
Especialmente cuando la empresa emplea para hacerlo inteligencia artificial (IA), bots y/o algoritmos con el objetivo de etiquetar automáticamente contenidos, limitando así su difusión o impidiendo de este modo la inserción programática de publicidad en ellos.
Nada más lejos del ánimo de Eastwind que el apoyo al terrorismo yihadista, pero cada vez que difundimos una información en la que se mienta a Al Qaeda o a los Hermanos Musulmanes Google etiqueta el vídeo o información evitando las inserciones de publicidad programática en este tipo de piezas una y otra vez. O refinan el algoritmo o mejor se abstienen, creo yo.
Ni control Estatal ni códigos deontológicos con aplicación de parte
No es que prefiera la regulación Estatal de estas cuestiones, sino que me parece que los códigos deontológicos muestran más visos de imparcialidad cuando son pactados entre varios actores dentro de una industria y no impuestos por una sola compañía dentro de su propio territorio. Y esto con o sin el empleo de IA, bots o algoritmos. ¿Quién garantiza la imparcialidad o capacidad de discernimiento del algoritmo?.
Todavía iría un paso más allá. El código deontológico nunca debería ser contrario a las leyes ni en su formulación ni en su aplicación. Como en el caso de las disposiciones legales, debería ser aplicado dentro de un sistema de arbitraje o al menos por un cuerpo independiente de las compañías que los suscriban garantizando de esta manera la imparcialidad de las decisiones adoptadas al amparo de las normas deontológicas.
Las armas de una sociedad tolerante: Ley y Poder Judicial
Por otro lado, creo firmemente que quien tiene el poder y la obligación de decidir sobre estos asuntos, especialmente en el caso de limitación de derechos fundamentales como la libertad de expresión, es el Poder Judicial, unos jueces independientes del Legislativo y del Gobierno. Ni el Poder Ejecutivo ni una multinacional con intereses económicos de parte pueden garantizar la imparcialidad.
Cuando se trata del empleo de las redes Sociales para incitar disturbios o difundir un discurso de odio o contrario al respeto de los derechos humanos, sobre todo cuando estas conductas podrían constituir la comisión de un delito, Twitter no es nadie para suspender sine die una cuenta de un usuario que además es un político y en el caso de Trump todavía POTUS. Menos todavía sin una sentencia o, al menos, un mandamiento judicial que lo permita.
Para ver el original de la imagen, clic aquí
En el momento en el que escribo este post, Nancy Pelosi (Portavoz e la Cámara de Representantes) ha anunciado que el Grupo Demócrata en el Capitolio planteará un segundo procedimiento de «impeachment» contra Donald Trump con el objetivo de destituir a un Presidente a quien califica como «una amenaza inminente para nuestra Constitución, nuestro país y el pueblo estadounidense».
Joe Biden (decalarado ya Presidente Electo de los EEUU) decía el pasado 9 de enero: «Nuestro Presidente no está por encima de la Ley. La Justicia sirve a la gente, no protege a los poderosos»
No veo por qué una vez fuera de la Casa Blanca no puede iniciarse un procedimiento judicial contra Donald Trump para pedirle responsabilidades civiles y penales por «calentar» desde las redes sociales a sus seguidores para que tomaran el Capitolio. Los jueces decidirán lo que corresponda. En ningún caso tiene derecho a sentenciar la Red del pajarito.
Doble vara de medir: Twitter no suspende la cuenta de Maduro
Por otro lado, llama la atención la doble vara de medir que está aplicando la Red del pajarito en el caso de Nicolás Maduro y el Gobierno de Venezuela.
Ambos, el Gobierno Venezolano y su Presidente oficial, cuentan con sendas cuentas en Twitter y las emplean para la difusión descarada de fake news y propaganda. Una propaganda encaminada a cubrir con un apariencia de legitimidad una gran variedad de actos de vulneración de los derechos fundamentales de sus ciudadanos y oponentes políticos.
No he visto ningún aviso de Twitter en estas comunicaciones ni tampoco que la multinacional se haya planteado suspender las mencionadas cuentas. Y eso que Maduro, antes Chaves y el Régimen populista de Venezuela llevan piando en Twiter muchos años.
Imagen sobre el titular.- Twitter silencia a @realDonaldTrump. Composición © Eastwind.
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